sábado, 7 de septiembre de 2013

¿Cual es la diferencia entre dicha y placer?



¿Cual es la diferencia entre dicha y placer? 
El placer es físico, fisiológico. El placer es lo más superficial en la vida; es excitación. Puede ser sexual, puede ser de otros sentidos, puede convertirse en una obsesión por la comida, pero está arraigada en el cuerpo. El cuerpo es su periferia, su circunferencia; no es su centro. Y vivir en la circunferencia es vivir a merced de toda clase de cosas que vayan sucediendo a tu alrededor.

El hombre que busca placer permanece a merced de los accidentes. Es como las olas en el océano; están a merced de los vientos. Cuando vienen los vientos fuertes, están ahí; cuando desaparecen los vientos, desaparecen. No tienen una existencia independiente; son dependien-tes, y cualquier cosa que sea dependiente de la otra implica esclavitud. El placer es dependiente del otro. Si amas a una mujer, si ella es tu placer, entonces esa mujer se convierte en tu amo. Si amas a un hombre, si ese es tu placer y te sientes infeliz, si estás desesperado, triste, sin él, entonces has creado una escla-vitud para tí, has creado una prisión, no estás más en libertad. Si eres un buscador de dinero y poder, entonces serás dependiente del dinero y del poder.

El hombre que va acumulando dinero, si su placer es tener más y más dinero, se volverá más y más desdichado... porque cuanto más tiene, más desea, y cuanto más tiene, más asustado está de perderlo. Una espada de doble filo: entre más desea... el primer filo de la espada.
Por lo tanto, se vuelve más y más desdichado.

Cuanto más exiges, deseas, más sientes que careces de algo; más hueco, vacío, te ves a ti mismo. Por otra parte, el otro filo de la espada, es que entre más tienes, más asustado estás de que te lo quiten; puede ser robado. El banco puede caer en bancarrota, la situación política en el país puede cambiar, el país puede volverse comunista.
Hay mil y un cosas de las cuales depende tu dinero. Tu dinero no te hace un amo, te hace un esclavo. El placer es perifé-rico; por lo tanto está limitado a depender de las circunstancias externas. Y sólo es excitación. Si la comida es un placer, ¿de qué se está disfrutando realmente? ¡Sólo del gusto! Por un momento, cuando el alimento pasa por tus papilas gustativas en la lengua, tienes una sensación que interpretas como placer. Es tu interpretación. Hoy puede parecer placer y mañana puede no parecer placer. Si te mantienes comiendo el mismo alimento todos los días, tus papilas en la lengua se volverán insen-sibles. Pronto estarás cansado de ello... así es como la gente llega a cansarse.

Un día estás corriendo trás un hombre o una mujer y al día siguiente estás intentando encontrar una excusa para deshacerte del otro. La misma persona, ¡nada ha cambiado! ¿Qué ha sucedido mientras tanto? Te aburres con el otro porque todo el placer estuvo en conocer lo nuevo. Ahora, el otro ya no es nuevo; estás familiarizado con el territorio del otro. Estás familiari-zado con el cuerpo del otro, las curvas del cuerpo, la sensación del cuerpo. Ahora la mente está anhelando algo nuevo. La mente está siempre anhelando algo nuevo. Así es como la mente te mantiene siempre atado en alguna parte del futuro. Te mantiene esperanzado, pero nunca entrega la mercancía... no puede. Sólo puede crear nuevas esperan-zas, nuevos deseos. Así como las hojas crecen en los árboles, los deseos y las esperanzas crecen en la mente. Deseaste una casa nueva y ahora la tienes... ¿y dónde está el placer? Sólo en ese momento estaba ahí, cuando alcanzaste tu meta. Una vez que la has alcanzado, tu mente ya no está interesada en ello; ya ha comenzado a tejer nuevas redes de deseo. Ya ha comenzado a pensar en otras casas más grandes. Y así es con respecto a todo.

El placer te mantiene en un estado neurótico, inquieto, siempre en la confusión. Tantos deseos, y cada deseo insaciado, pidiendo atención a gritos. Permaneces como víctima de una multitud de deseos locos, locos porque son irrealizables, y te van arrastrando en direcciones diferentes. Te convier-tes en una contradicción. Un deseo te lleva a la izquierda, otro hacia la derecha, y simultáneamente vas alimen-tando ambos deseos. Y entonces sientes una división, entonces te sientes divi-dido, entonces te sientes destrozado, entonces sientes como si te hicieras pedazos. Nadie es responsable. Toda la estupidez del placer del deseo es la que crea esto. Y es un fenómeno complejo. No eres el único que está buscando placer; millones de personas al igual que tú están buscando los mismos placeres. Por lo tanto, hay una gran lucha, competencia, violencia, guerra. Todos se han vuelto enemigos entre sí porque todos están buscando la misma meta, y no pueden alcanzarla; por lo tanto, la lucha tiene que ser total. Tienes que arriesgarlo todo... por nada, porque cuando ganas, no ganas nada, y toda tu vida se desperdicia en esta lucha. Una vida que pudo haber sido una celebración se convierte en una lucha larga, extensa, innecesaria.

Cuando estás tan detrás del placer no puedes amar, porque el hombre que busca placer utiliza al otro como un medio. Y utilizar al otro como un medio es uno de los actos más inmorales posibles, porque cada ser es un fin en sí mismo, no puedes utilizar al otro como un medio. Pero en la búsqueda del placer tienes que utilizar al otro como un medio. Te vuelves astuto porque es tal la lucha... Si no eres astuto serás engañado, y antes que otros te engañen, tú tienes que engañarlos.

Maquiavelo ha aconsejado a los busca-placeres que la mejor forma de defensa es atacar. Nunca esperes a que el otro te ataque; eso puede ser demasiado tarde. Antes que el otro te ataque, ¡tú lo atacas! Es la mejor manera de defensa. Y esto es lo que se está haciendo, conozcas a Maquiavelo o no. Esto es algo muy extraño: la gente sabe sobre Cristo, sobre Buda, sobre Mahoma, sobre Krishna; nadie los sigue. La gente no sabe mucho sobre Chanakya y Maquiavelo, pero la gente los sigue... ¡como si Maquiavelo y Chanakya estuvie-ran muy cerca de tu corazón!.

No necesitas leerlos, ya los estás siguiendo. Tu sociedad entera está basada en los principios de Maquiavelo; de eso se trata todo el juego político. Antes que alguien te arrebate cualquier cosa, arrebátasela al otro. Estate siempre en guardia. Naturalmente, si estás siempre en guardia estarás tenso, ansioso, preocupado. Y la lucha es tal... y es constante. Eres uno, y los enemigos son millones. Por ejemplo, si en India deseas llegar a ser el primer ministro, entonces millones de personas, que también desean ser el primer ministro, son tus enemigos. ¿Y quién no desea llegar a ser el primer ministro? Uno puede decirlo, uno puede no decirlo. Entonces cada uno está contra ti y tú estás contra todos los demás. Esta corta vida de setenta, ochenta años, será desperdiciada en algún esfuerzo comple-tamente vano. El placer no es y no puede ser la meta en la vida. La segunda palabra a ser entendida es la felicidad.

La felicidad es psicológica, el placer es fisiológico. La felicidad es un poco mejor, un poco más refinada, un poco superior, pero no muy diferente del placer. Puedes decir que el placer es una clase más baja de felicidad y la felicidad es una clase un poco más elevada que el placer... dos lados de la misma moneda.
El placer es un poco primitivo, animal; la felicidad es un poco más culta, un poco más humana... pero es el mismo juego jugado en el mundo de la mente. No estás tan preocupado con las sensaciones fisiológicas; estás más preocupado con las sensaciones psicoló-gicas. Pero básicamente no son diferentes; por lo tanto, Buda no ha hablado de cuatro palabras, sólo ha hablado de dos.

La tercera es la alegría; la alegría es espiritual. Es diferente, totalmente diferente del placer, felicidad. No tiene nada que ver con el otro; es interna. No es dependiente de las circunstancias; es tuya. No es una excitación producida por cosas; es un estado de paz, de silencio, un estado meditativo.
Es espiritual. Pero Buda tampoco ha hablado de alegría, porque hay algo que todavía va más allá de la alegría. Él la llama dicha.

La dicha es total. No es ni fisiológica ni psicológica ni espiritual.
No conoce ninguna división, es indivi-sible. Es total en un sentido y transcendental en otro sentido. Buda sólo habla de dos palabras. La primera es placer; incluye felicidad. La segunda es dicha; incluye alegría. La dicha significa que has alcanzado el centro más íntimo de tu ser.
Pertenece a la máxima profundidad de tu ser donde incluso el ego deja de existir, donde sólo prevalece el silencio; has desaparecido. En la alegría eres un poco, pero en la dicha no eres. El ego se ha disuelto; es un estado de no-ser. Buda lo llama nirvana. Nirvana significa que has dejado de ser; eres sólo el vacío infinito como el cielo. Y en el momento en que eres ese infinito, te conviertes por completo en las estrellas, y comienza una vida totalmente nueva. Has renacido.

El placer es pasajero, temporal, momentáneo; la dicha es duradera, sin tiempo. El placer comienza y termina; la dicha se mantiene por siempre. El placer viene y va; la dicha nunca viene, nunca va... ya está ahí, en el centro más íntimo de tu ser. El placer tiene que ser arrebatado del otro; te conviertes o en un mendigo o en un ladrón. La dicha te hace un maestro. La dicha no es algo que tú inventas sino algo que descubres. La dicha es tu naturaleza más íntima. Ha estado ahí desde el principio mismo, sólo que no la has mirado, la has dado por hecho. No miras hacia dentro.
Ésta es la única miseria del hombre: que va mirando hacia fuera, buscando e indagando. Y no puedes encontrarla en el exterior porque no está ahí.


- Mente Inteligencia Consciencia -

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